En el viaje por carretera de la semana pasada vimos muchos perros muertos. Las autopistas son implacables con los animales. En ocasiones, solo se advertía una mancha de sangre y algunos pedazos de piel porque, supongo, los carros y camiones a alta velocidad se habían llevado en sus llantas todos los otros pedazos de lo que antes había sido el animal. No sé qué está mal con eso. Tengo la sospecha de que lo que está mal es que haya tanta gente necesitando que hayan tantos carros andando tan rápido por carreteras tan anchas que le cierran el paso a las expediciones a pata.
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